Sabe
muy bien cómo funciona y es que nadie reemplaza a nadie por más daño que hayan
hecho, ni ver nuevos rostros, nuevas sonrisas o nuevas miradas cruzadas sin
dirección. Ni subir diferentes escaleras de segundo piso, ni nuevas reglas,
nada cambia lo que fue y ahora eso nuevo ha empezado. Que más bien le da miedo,
le da ansia de hacer por esta vez las cosas bien, de no dejarse llevar por el
corazón sino por la cabeza porque no quiere terminar a un lado de su cama
llorando por las noches sin saber cómo arrancarlo del corazón.
Afortunadamente
se ha guardado el corazón, no importa dónde ni porque. Este tiempo huele a
distancia y a un poco de dolor, aquel que aun sigue en algún recoveco de su
pobre corazón. Con miedo en la memoria, gira y recuerda, pero con paso firme
marca cada suelo que toca, cada paso que da, haciendo que retumben el piso y es
que:
YA
NO LASTIMAN CON SUS CRÍMENES PERFECTOS Y ELLA AUN NO HA PERDIDO SU ENCANTO…
Abre
los ojos con lentitud y sonríe alegre.
Despierta
mirando su alrededor, sola en esa cama de nuevo, aprieta los parpados y oprime las
sabanas contra sus pechos recostándose nuevamente en posición fetal; solo
quiere recordar cada instante de la noche anterior.
Su
respiración agitada cerca de su cuello, el roce de su abdomen con el suyo
en ligera oscilación, sus manos acariciando esa espalda musculosa, sus
manos resbalando por el sudor de sus caricias y cada beso que le deja en su
piel, cada beso marcado como un tatuaje imborrable y sus carisias delicadas,
que pareciera que cada que la toca lo hace con un algodón. Los ojos se le
llenan de lagrimas y lentamente en su rostro se muestran pequeñas gotas salinas
y calientes resbalando por sus suaves y sonrosadas mejillas. Recuerda sus besos
y suspira profundo apretando los dientes y conteniendo ese dolor que siente
dentro de ella. Limpia algunas de sus lágrimas y se levanta de la cama
cubriéndose el cuerpo con aquella sabana que lleva.
Ahora
no tiene ganas de nada, no quiere siquiera caminar, quisiera quedarse dentro de
la cama todo el día, pero sabe que no se puede, sabe que tiene todavía una vida
delante de eso y no puede dejarse caer cada vez que el destino le juegue una
mala pasada, debe dejar sus conflictos emocionales para después y continuar con
la vista en alto.
Camina
a la ducha, debe bañarse. Abre las llaves poniendo a llenar la tina y camina
hasta la grabadora a ambientar con un poco de música «The way you look
tonigth » se reproduce, regresa hasta la tina y deja caer la sabana que la
envolvía para ahora dejarse envolver con esa agua. Unos días fríos y lluviosos
atacaban al clima cálido del que ya no le quedaba ni un pequeño sabor de lo que
fue. Parecía cansada de los falsos minutos en su vida, los sentidos se habían
hundido en un abismo de oscuridad y ella al filo de la desesperanza se empapo
de aquella agua dulce y no salada como la de sus ojos, estaba fría y eso hizo
que cada molécula de su cuerpo despertara al compás de cada gota fría. No
titiritaba, ahora aguantaba sin piedad aquella fría agua capaz de romperle
hasta la más pequeña porción de calor en su cuerpo. Intenta relajarse y
olvidar toda aquella situación dolorosa al ritmo de Frank Sinatra, el único que
la ha entendido desde niña. Respira profundo y se hunde en esa tina.
Después
de 20 minutos sale de la tina toma una toalla y envuelve su cuerpo alrededor de
ella, camina hasta su habitación. « Feel the vibe, feel the terror, feel
the pain it’s driving me insane» suena su móvil. Lo toma del tocador y mira en su pantalla «Mar» lo deja
nuevamente en el tocador. No quiere contestar ahora, con tan solo escucharla
sabría que se encuentra mal y por el momento no quiere dar detalles o
explicaciones sobre su estado.
Continúa
vistiéndose, camina hasta su armario y escoge un lindo vestido blanco con
un largo hasta arriba de las rodillas, abre su cajón y saca unas medias blancas
con ligeros puntos grises decorativos, abre otra puerta y saca los zapatos
perfectos, altos de plataforma color beige.
Se
mira en el espejo, sin duda se ve bella, mira con detalle cada ángulo de ella,
toma su bolso beige y su abrigo color palo de rosa claro, sale de su
apartamento, sacas las llaves de su bolso y asegura la puerta.
Camina
hasta el ascensor con una ligera sonrisa en el rostro que cualquiera que la
viera pensaría que todo está bien con ella, pero son solo apariencias, justo
ahora por dentro se siente destrozada y es algo que no debe mostrar, odia
mostrarse vulnerable, ella siempre debe verse fuerte, feliz, sin ninguna
complicación.
—Buenos
días — Saluda cordialmente como todas las mañanas al señor del ascensor
—Buenos
días señorita Amelia — Responde con alegría.
Toca
el botón de siempre y cierran las puertas frente a ellos, siente como si todo
lo malo y bueno de aquella noche quedara encerrado en ese piso, sintiendo un
peso menos en este día. Conforme bajan los pisos siente un alivio inmediato,
los sentimientos encontrados que antes sentía comienzan a aligerarse. Llegan al
nivel de la recepción y sale del ascensor, se siente más libre con una nueva
carga que tal vez solo sea por el momento.
—
Que tenga un buen día señorita — Se despide aquel viejito sonriente
—
Gracias — Le sonríe desde afuera.
Camina
hasta la salida, algunos empleados la saludan y alguno que otro novato la
admira. Sonriendo ligeramente el trayecto hacia la puerta.
—
Señorita Amelia — Le da un ligero toque en el hombro. Para un instante y gira a
mirarlo — Aun no ha llegado su taxi — Le mira apenado — Pero puedo pedirle uno
ahora mismo, no tardara nada
—
No, No se preocupe — Sonríe cordialmente — No lo necesitare esta vez, gracias
por avisar
Continúa
su camino a la salida. Suena su móvil, mira la pantalla, su rostro se
ilumina con esa sonrisa tan hermosa.
—
¿Hola? — contesta extasiada
—
Hola corazón, te hablaba para saber cómo amaneciste
—
Un poco triste, pero bien — sonríe más
—
Siento haberte dejado anoche, pero tú sabes que yo…
—
Si, entiendo — Lo interrumpe. Se siente triste
—
No te pongas así — exclama al escuchar su voz quebrada
—
Estoy bien, descuida — Respira profundo — Crees que podamos comer junt… — La
interrumpe
—
No me pidas eso, solo te busco cuando puedo, creí que estábamos consientes de
eso — Calla un momento, solo se escucha su respiración — pero tratare ¿Está
bien?
—
Seguro — Contesta con voz tenue
—
Por ahora me voy, te hablo después
—
Te amo — exclama en un susurro y se le hace un nudo en la garganta. Jamás
escuchara eso, cuelga antes de que ella pueda decirlo.