jueves, 16 de mayo de 2013

El crimen perfecto


***
Sabe muy bien cómo funciona y es que nadie reemplaza a nadie por más daño que hayan hecho, ni ver nuevos rostros, nuevas sonrisas o nuevas miradas cruzadas sin dirección. Ni subir diferentes escaleras de segundo piso, ni nuevas reglas, nada cambia lo que fue y ahora eso nuevo ha empezado. Que más bien le da miedo, le da ansia de hacer por esta vez las cosas bien, de no dejarse llevar por el corazón sino por la cabeza porque no quiere terminar a un lado de su cama llorando por las noches sin saber cómo arrancarlo del corazón.
Afortunadamente se ha guardado el corazón, no importa dónde ni porque. Este tiempo huele a distancia y a un poco de dolor, aquel que aun sigue en algún recoveco de su pobre corazón. Con miedo en la memoria, gira y recuerda, pero con paso firme marca cada suelo que toca, cada paso que da, haciendo que retumben el piso y es que:
YA NO LASTIMAN CON SUS CRÍMENES PERFECTOS Y ELLA AUN NO HA PERDIDO SU ENCANTO…

Abre los ojos con lentitud y sonríe alegre.
Despierta mirando su alrededor, sola en esa cama de nuevo, aprieta los parpados y oprime las sabanas contra sus pechos recostándose nuevamente en posición fetal; solo quiere recordar cada instante de la noche anterior.
Su respiración agitada cerca de su cuello, el roce de su abdomen con el suyo en  ligera oscilación, sus manos acariciando esa espalda musculosa, sus manos resbalando por el sudor de sus caricias y cada beso que le deja en su piel, cada beso marcado como un tatuaje imborrable y sus carisias delicadas, que pareciera que cada que la toca lo hace con un algodón. Los ojos se le llenan de lagrimas y lentamente en su rostro se muestran pequeñas gotas salinas y calientes resbalando por sus suaves y sonrosadas mejillas. Recuerda sus besos y suspira profundo apretando los dientes y conteniendo ese dolor que siente dentro de ella. Limpia algunas de sus lágrimas y se levanta de la cama cubriéndose el cuerpo con aquella sabana que lleva.
Ahora no tiene ganas de nada, no quiere siquiera caminar, quisiera quedarse dentro de la cama todo el día, pero sabe que no se puede, sabe que tiene todavía una vida delante de eso y no puede dejarse caer cada vez que el destino le juegue una mala pasada, debe dejar sus conflictos emocionales para después y continuar con la vista en alto.
Camina a la ducha, debe bañarse. Abre las llaves poniendo a llenar la tina y camina hasta la grabadora a ambientar con un poco de música «The way you look tonigth » se reproduce, regresa hasta la tina y deja caer la sabana que la envolvía para ahora dejarse envolver con esa agua. Unos días fríos y lluviosos atacaban al clima cálido del que ya no le quedaba ni un pequeño sabor de lo que fue. Parecía cansada de los falsos minutos en su vida, los sentidos se habían hundido en un abismo de oscuridad y ella al filo de la desesperanza se empapo de aquella agua dulce y no salada como la de sus ojos, estaba fría y eso hizo que cada molécula de su cuerpo despertara al compás de cada gota fría. No titiritaba, ahora aguantaba sin piedad aquella fría agua capaz de romperle hasta la más pequeña porción de calor en su cuerpo.  Intenta relajarse y olvidar toda aquella situación dolorosa al ritmo de Frank Sinatra, el único que la ha entendido desde niña. Respira profundo y se hunde en esa tina.
Después de 20 minutos sale de la tina toma una toalla y envuelve su cuerpo alrededor de ella, camina hasta su habitación. « Feel the vibe, feel the terror, feel the pain it’s driving me insane» suena su móvil. Lo toma del tocador y mira en su pantalla «Mar» lo deja nuevamente en el tocador. No quiere contestar ahora, con tan solo escucharla sabría que se encuentra mal y por el momento no quiere dar detalles o explicaciones sobre su estado.
Continúa vistiéndose, camina hasta su armario y escoge un  lindo vestido blanco con un largo hasta arriba de las rodillas, abre su cajón y saca unas medias blancas con ligeros puntos grises decorativos, abre otra puerta y saca los zapatos perfectos, altos de plataforma color beige.
Se mira en el espejo, sin duda se ve bella, mira con detalle cada ángulo de ella, toma su bolso beige y su abrigo color palo de rosa claro, sale de su apartamento, sacas las llaves de su bolso y asegura la puerta.
Camina hasta el ascensor con una ligera sonrisa en el rostro que cualquiera que la viera pensaría que todo está bien con ella, pero son solo apariencias, justo ahora por dentro se siente destrozada y es algo que no debe mostrar, odia mostrarse vulnerable, ella siempre debe verse fuerte, feliz, sin ninguna complicación.
—Buenos días — Saluda cordialmente como todas las mañanas al señor del ascensor
—Buenos días señorita Amelia — Responde con alegría.
Toca el botón de siempre y cierran las puertas frente a ellos, siente como si todo lo malo y bueno de aquella noche quedara encerrado en ese piso, sintiendo un peso menos en este día. Conforme bajan los pisos siente un alivio inmediato, los sentimientos encontrados que antes sentía comienzan a aligerarse. Llegan al nivel de la recepción y sale del ascensor, se siente más libre con una nueva carga que tal vez solo sea por el momento.
— Que tenga un buen día señorita — Se despide aquel viejito sonriente
— Gracias — Le sonríe desde afuera.
Camina hasta la salida, algunos empleados la saludan y alguno que otro novato la admira. Sonriendo ligeramente el trayecto hacia la puerta.
— Señorita Amelia — Le da un ligero toque en el hombro. Para un instante y gira a mirarlo — Aun no ha llegado su taxi — Le mira apenado — Pero puedo pedirle uno ahora mismo, no tardara nada
— No, No se preocupe — Sonríe cordialmente — No lo necesitare esta vez, gracias por avisar
Continúa su  camino a la salida. Suena su móvil, mira la pantalla, su rostro se ilumina con esa sonrisa tan hermosa.
— ¿Hola? — contesta extasiada
— Hola corazón, te hablaba para saber cómo amaneciste
— Un poco triste, pero bien — sonríe más
— Siento haberte dejado anoche, pero tú sabes que yo…
— Si, entiendo — Lo interrumpe. Se siente triste
— No te pongas así — exclama al escuchar su voz quebrada
— Estoy bien, descuida — Respira profundo — Crees que podamos comer junt… — La interrumpe
— No me pidas eso, solo te busco cuando puedo, creí que estábamos consientes de eso — Calla un momento, solo se escucha su respiración — pero tratare ¿Está bien?
— Seguro — Contesta con voz tenue
— Por ahora me voy, te hablo después
— Te amo — exclama en un susurro y se le hace un nudo en la garganta. Jamás escuchara eso, cuelga antes de que ella pueda decirlo.

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